Todos hemos huido de Dios en un momento u otro. Es posible que todavía estés huyendo de él, huyendo de su llamada y huyendo de su gracia. Se siente como una pelea constante y una batalla perdida. Puedes correr, pero Dios no ha terminado contigo. Hay esperanza. Dios no huye de aquellos que huyen de él.
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